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Palomitas en el convento

MÍNIMO Mínimo. Tres obras de quince minutos para quince espectadores sobre un mismo tema: la Incomunicación. Quince minutos por tres son 45 revoluciones por minuto. Es la sensación, préstamo de la discografía, que uno tiene cuando asciende las escaleras de las dos plantas de la librería Un Gato en Bicicleta, en la calle Regina, la calle más innovadora y menos llorica de esta Sevilla de franquicias y gastrobares. La calle de La Seta Coqueta, el Chino de Telmo o la Cacharrería (un bar superacogedor donde estuvo el Novelty).

En un cuarto oscuro, un pírrico patio de butacas, un escenario y dos actores. Es una de las tres obras de esta insólita oferta. La incomunicación es el eje central de las tres propuestas. En Low Cost una pareja estable sube a un avión inestable y las turbulencias colocan a los antihéroes ante una situación límite. Con texto y dirección de Nacho Gómez, él mismo y Antonia Gómez se encargan de la interpretación.

El tema parece sencillo, pero no lo es. Imaginemos en pleno invierno una pareja que entra en el cine Cervantes a ver la película Agosto, con Meryl Streep y Julia Roberts. Ella y él se encuentran en el cine. A ella le encantan las palomitas. A él no. Es el argumento de la obra Comedias, de Jorge Naranjo y Montse Rueda. En cuanto al elenco, a Maripaz Sayago le pirran las palomitas, Joserra Muñoz las detesta.

Convento de clausura, que cierra la trilogía de comedias de Un Gato en Bicicleta, es un caso curioso. El texto no es de un dramaturgo al uso. Joaquín Dholdan en realidad es uruguayo y es dentista. Un dentista uruguayo con consulta en la calle Feria, muy cerca del Vizcaíno y Montesión. Un tipo muy del barrio, porque antes de Navidad presentó en el palacio de los Marqueses de La Algaba una estupenda novela titulada Estuario. Como uruguayo, es muy futbolero, y se cumplieron sus deseos, que el gran competidor de su obra en la noche del sábado, el Atlético de Madrid-Barcelona, terminara sin goles. Se permite el lujo, antes de subir al cuarto oscuro, de glosar grandes partidos que han terminado sin goles. Que es como una tragedia sin muertos. En las comedias, forma parte del reglamento: muertos sí, pero de risa.

La dirección de Convento de clausura corre a cargo de Jesús Ponce. Uno de los muchos nombres que ha dado el cine sevillano en los últimos tiempos: una nominación al Goya con su primera película, 15 días contigo, entre sus largometrajes figura Déjate caer y ha escrito para televisión series como Pelotas o Padre Medina, ésta en Canal Sur.

La pareja de actores de Convento de clausura es un acierto superlativo. José Chaves encarna al empleado del Vaticano que acude a un convento de clausura para comunicarle a la última monja, a la que interpreta Lucía Hoyos, que extramuros del convento todas las religiones han decidido fusionarse y formar una multinacional religiosa llamada Universalia. El humor es la mejor salsa para los pecados, siempre lleva la penitencia puesta.

Jeanne Moreau, Simone Signoret, Audrey Hepburn. Concha Velasco, Verónica Forqué… La nómina de actrices que han interpretado el papel de monjas es abundante. Lucía Hoyos sale muy airosa de este enredo con final tragicómico de estrambote, casi de película de Roger Corman. Lucía Hoyos es hermana de la actriz Mercedes Hoyos y de la bailaora Cristina Hoyos. Ha sido modelo y esa circunstancia la arropa muy bien, nunca mejor dicho, en su travestismo que ilustra el desenlace.

El dentista de la calle Feria, novelista, dramaturgo, que ya sueña con el Mundial de Brasil donde su país logró la gesta del maracanazo en 1950, el del gol de Zarra a centro de Matías Prats, es medio paisano del nuevo Papa de Roma, Monseñor Bergoglio, y ese humor que destila su historia de desamortización ecuménica seguro que le divertiría al Pontífice. No chirría con el entorno cofrade ni con la hornacina de San Juan de la Palma en la que está quien protege al viandante, el Cristo de los Afligidos.

En el patio de butacas se produjo la magia del teatro mínimo, que siempre es máxima. Entre los espectadores, María Alfonso Rosso, a la que Jesús Ponce dirigió en la película Déjate caer. La actriz sevillana hizo un papel estelar en la parte africana de la adaptación televisiva de El tiempo entre costuras. "No la he visto porque, milagro, tengo trabajo", decía sin disimular su entusiasmo por la maravilla que acababa de presenciar en la segunda planta de la librería de la calle Regina.

Suben y bajan por tandas de quince espectadores. Palomitas en el convento. El dentista Dholdan no sabía que un colega suyo, de distinta especialidad, el dermatólogo Ismael Yebra, entró en todos los convento de clausura de Sevilla con el fotógrafo Antonio del Junco para ofrecer una galería de interiores. Ese libro no se lo imagina uno en la librería Un gato en bicicleta. Ahora sería un buen momento, por exigencias del guión, para acompañar a textos interesantes como la poesía inédita de Juan Manuel Flores, letrista de Lole y Manuel, o el diario de rodaje de Fitzcarraldo escrito por su director, Werner Herzog. Aquella locura de meter un barco en la selva para construir un palacio de la ópera en Manaos que iba a inaugurar el mismísimo Caruso.

Por cierto, José Chaves, el empleado del Vaticano, no es sobrino de Chaves. Es un actor como la copa de un pino


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