Explotando
- J.F.Ortuño
- 2 jun 2013
- 3 Min. de lectura

... total, que una burbuja explotó muy fuerte y de la onda expansiva nos fuimos todos a la mierda. O algo así, que yo hasta que Spielberg no haga la película no me voy a enterar de qué coño va la crisis ésta. Y como unos señores que sólo iban al teatro a ver a Lina Morgan pensaron que eso de la cultura es ocio, asueto, recreo y fiesta para zánganos parados chupadelbote vagos del poltrón gandules remolones inútiles que poco o nada tienen/pueden aportar a la sociedad... y ese hueco ya lo rellenan el fútbol y los toros, empezaron a tomar medidas para que, si la gente en general estaba en la mierda, a los haraganes que hacen teatro les pisaron la cabeza para hundírsela más en la materia fecal. Pero hete aquí que resulta que la gente de la cultura en general, y los teatreros en particular, tienen muy entrenado el cuello de tanto que se lo pisan y mantuvieron la cabeza fuera de la mierda. ¿Cómo? Se pusieron a utilizar ese órgano que los distingue de otras profesiones como la de Infanta o la de Extesorero de algo, llamado "ingenio", y se pusieron a inventar. E inventaron cosas como el crowdfunding o el Teatro Mínimo. Y aquí me voy a parar. Este último año he visto más teatro que en toda mi vida junta, y he gastado menos dinero en teatro que en toda mi vida junta. Y es que el formato de obra pequeña, de corta duración y a miniprecio funcionó de tal forma que ya no hay ciudad, pueblo o pedanía que no tenga su propia versión de teatro en minitetrabrick. Y de todas las variantes que he podido disfrutar, que no han sido pocas (Teatro a Pelo, Microteatro por Dinero, etc) la mejor, con diferencia, ha sido la propuesta que nació en una extraña librería del centro de Sevilla llamada "Teatro Mínimo". Me he visto todas las obras que han puesto este año y debo decir que en esta ciudad de saetas y penitencias, el arte no sólo se viste de traje de luces. Cada pieza, cada puesta en escena, cada propuesta escénica, cada texto, me ha hecho imaginar, emocionarme, reír, divertirme y, sobre todo, desear volver al teatro.
Incluso sé de gente que no pisaba una sala teatral desde hacía años que, gracias al Teatro Mínimo, se ha convertido en un asiduo, deseando que llegase el mes siguiente para descubrir las nuevas propuestas, las nuevas temáticas e irrumpir en aplausos, “bravos”, silbidos y vítores.
Si bien todas y cada una de las piezas que han pasado por la muestra son merecedoras de manos ensangrentadas de tanto aplaudir, me voy a aventurar a nombrar mis favoritas.
“Emergencia Zombie”, de los descabellados Paco Luna y Javier Berger, una pareja de hecho de la escena andaluza a la que deseamos un matrimonio longevo. Conseguía erizar el vello del espectador a base de humor, vísceras y una puesta en escena maravillosamente cinematográfica.
“Parafilia” de los enfermos Jorge Dubarry, María José Castañeda y Eva Gallego. Una maravillosa historia de amor con una única actriz en escena manipulando muñequitos (que no títeres). Con la boca abierta que sigo tras ver semejante derroche de imaginación y pericia.
“Culto a la abundancia”, donde se repiten nombres: Jorge Dubarry, María José Castañeda y Javier Berger. ¿Pero de dónde sacan tanto talento estos gandules?
Y todo ello, desde el “minimismo” más minimalista: mínimo presupuesto, mínimo elenco, mínimo espacio... máximo talento, máxima diversión y máxima valentía.
Y es que cuando explotó la famosa burbuja ésa también explotaron las cabezas de muchos talentosos genios de esta tierra que sólo venera a sus genios cuando reportan réditos políticos.
Aquí estoy, esperando como agua de mayo (nunca entendí esta expresión, después de un abril mojadísimo, ¿quién coño quiere que llueva en mayo?) la siguiente temporada.
A más ver...
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